Acceso Club
Jueves,
28/03/2024
Andalucia Aragón Asturias Baleares C. La Mancha C. y León Canarias Cantabria Cataluña Ceuta Extremadura Galicia La Rioja Madrid Melilla Murcia Navarra País Vasco Valencia
Recomendaciones de la SEEDO

26/01/2023

La fuerza muscular es clave para tratar de combatir la obesidad

La fuerza muscular es clave para tratar de combatir la obesidad La Sociedad Española de la Obesidad ha emitido un comunicado en el que recuerda que la fuerza muscular es clave para combatir la obesidad. Señalan que aumentar la masa muscular, a través del ejercicio, previene la acumulación de grasa.

El músculo es capaz de almacenar grasa de forma patológica cuando el tejido adiposo subcutáneo ha superado su capacidad de expansión pero, además, es un órgano metabólicamente activo y es el principal responsable del gasto metabólico basal. Desde la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) recuerdan que si el músculo es crucial para entender la obesidad, la fuerza muscular es una de las claves para tratar de combatirla.

El profesor Jonatan Ruiz Ruiz, de la Universidad de Granada, explica que “cuando incrementamos la masa muscular, a través de un programa de ejercicio, se eleva el gasto energético asociado al mantenimiento de las funciones vitales, y un incremento del gasto energético de reposo induce a un menor acúmulo de masa grasa. Por otro lado, cuando se activa el músculo a través del ejercicio, este incrementa el gasto energético y favorece la movilización y utilización del tejido adiposo”.

Además, cuando se realiza ejercicio, el músculo segrega unas moléculas conocidas con el nombre de miocinas que se comunican con múltiples órganos y tejidos, entre ellos con la grasa (mejorando, por ejemplo, la sensibilidad a la insulina).

La grasa, en condiciones fisiológicas, ejerce un efecto protector frente a los excedentes energéticos circulantes. Sin embargo, su incremento e hipertrofia favorece la infiltración de células inflamatorias, apoptosis, resistencia a la insulina y producción de proteínas que retroalimentan su disfunción.

El exceso de ingesta calórica generalmente se almacena en forma de triglicéridos en el tejido adiposo subcutáneo. Cuando se supera la capacidad de expansión del tejido adiposo subcutáneo, los lípidos se depositan en tejidos viscerales y otros órganos y tejidos tales como el hígado o el músculo esquelético, que no están diseñados para almacenar grasa, un proceso conocido como acúmulo de grasa ectópica.

En el caso de una acumulación excesiva de triglicéridos en los hepatocitos se induce una esteatosis hepática, un importante problema de salud pública debido a su elevada prevalencia y su relación con el desarrollo de diabetes mellitus tipo 2 y enfermedad cardiovascular.

En mamíferos, el tejido adiposo se encuentra principalmente en dos formas: tejido adiposo blanco (TAB) y tejido adiposo marrón o pardo (TAM). Tienen roles opuestos en el metabolismo energético. Jonatan Ruiz señala que “el TAB tiene la capacidad de almacenar energía en forma de triacilglicerol y de liberarla en forma de ácidos grasos libres y triacilgliceroles, mientras que el TAM tiene la capacidad de oxidar glucosa y lípidos y disipar energía en forma de calor. Por lo tanto, la capacidad del TAM para metabolizar energía y oxidar glucosa y lípidos hace que sea un tejido diana para potenciales terapias que luchen contra la obesidad, la diabetes y patologías asociadas”.

La evidencia científica disponible muestra que una de las maneras más eficaces para reducir la masa grasa y mejorar la masa muscular es el ejercicio.

El músculo esquelético es un órgano endocrino capaz de comunicarse con otros tejidos a través de las mioquinas, que se liberan a la circulación durante la práctica de ejercicio. Se ha mostrado que el PGC-1α (transcriptional coactivator, peroxisome proliferator-activated receptor γ coactivator 1α), una molécula que regula la expresión génica, juega un papel fundamental en la regulación de los niveles de glucosa, lípidos y homeostasis energética. El ejercicio activa el PGC-1α, quien a su vez parece inducir la expresión de una proteína (FNDC5), que se libera al torrente sanguíneo como irisina.

Un estudio en modelos animales revela que la irisina se une a la superficie de los adipocitos blancos, activando la transformación de células adiposas. El proceso se acompaña de un incremento en el gasto metabólico basal, una modesta pérdida de peso y una mejora de la intolerancia a la glucosa. Estos efectos están siendo actualmente objeto de una profusa y prometedora investigación.

Las hormonas de la grasa pueden actuar sobre el sistema cardiovascular, provocando inflamación, fibrosis y cambios contráctiles. Un aumento de la acumulación de grasa epicárdica favorece su infiltración en el miocardio, interrumpiendo la conexión entre cardiomiocitos y conducción eléctrica.

La Dra. Sonia Eiras, del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela (IDIS), apunta que “la grasa epicárdica disfuncional es un factor de riesgo y progresión de la enfermedad cardiovascular (ECV). La cantidad, pero también la calidad del tejido adiposo epicárdico, se asocian con cambios hemodinámicos, metabólicos, estructurales y funcionales cardiacos”.

Enfermedades como la obesidad o la diabetes mellitus tipo 2 (DM2), e incluso el envejecimiento, se relacionan con un mayor acúmulo de grasa epicárdica y disfunción cardiaca. Las diferentes técnicas de imagen, ecocardiografía, tomografía computarizada o resonancia magnética han permitido confirmar la importante relación del espesor o volumen de la grasa epicárdica con el riesgo de enfermedad cardiovascular (enfermedad coronaria, insuficiencia cardiaca o fibrilación auricular), su progresión y respuesta terapéutica.

Sin embargo, la grasa epicárdica también sufre cambios diferenciales estructurales, hormonales y metabólicos en los diferentes estadios de la enfermedad cardiovascular, que permite la estratificación pronóstica y el manejo de los pacientes. La Dra. Eiras comenta que “esto indica claramente que la calidad, más que la cantidad de la grasa epicárdica, es un indicador de carga de la ECV. La grasa epicárdica puede producir proteínas pro-inflamatorias, pro-aterogénicas, pro-fibróticas y/o pro-arrítmicas”.

En pacientes con obesidad (con o sin diabetes), las estrategias basadas en el cambio de estilo de vida (dieta y/o ejercicio) o nuevos hipoglucemiantes podrían reducir el contenido graso epicárdico y mejorar su actividad metabólica, regenerativa y funcional. En la población envejecida o con ECV asociada a bajo gasto energético o incremento de factores pro-adipogénicos, se requerirán estrategias más individualizadas adaptadas a los tratamientos, factores de riesgo y comorbilidades de cada paciente.

En los últimos años, los nuevos fármacos antidiabéticos han demostrado su efecto en la reducción de la grasa epicárdica y su beneficio cardiovascular. Sin embargo, apostilla la experta del IDIS, “otros mecanismos aditivos basados en su funcionalidad regenerativa y metabólica podrían explicar la diferencia existente del beneficio cardiovascular con otras estrategias terapéuticas similares”.

Munideporte.com

Blogs Otros Articulos
 
Comentarios
No existen comentarios aún para esta noticia.
Envia a un amigo
De
Para (Email)
Dedicatoria
   
Deportistas Nº 101

Munideporte.com | Copyright 2011: Equipo de Gestin Cultural, S.A. Todos los derechos reservados
HSNET , patrocinador tecnolgico de Munideporte