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Estudio del Grupo ImFine de la UPM

07/07/2017

La terapia hormonal puede reducir los efectos del envejecimiento

La terapia hormonal puede reducir los efectos del envejecimiento Un estudio del grupo ImFine de la Universidad Politécnica de Madrid desvela que la terapia hormonal reduce los efectos del envejecimiento. Recomiendan que la suplementación se base en los niveles de fuerza muscular de cada persona.

Los investigadores han demostrado el papel que juega la función muscular en la relación entre el estado hormonal y la hospitalización y el riesgo de mortalidad. Como resultado del Estudio Toledo de Envejecimiento Saludable, se ha diseñado un método clínico que permite clasificar a los pacientes que pueden recibir terapia hormonal de forma segura para paliar los efectos negativos del paso del tiempo.

El envejecimiento es un proceso inevitable que conlleva una serie de consecuencias que van a alterar nuestro estado de salud de forma negativa. Estos cambios en el organismo se producen en los diferentes órganos y sistemas, y también a nivel hormonal. A medida que nuestro organismo envejece, las concentraciones de hormonas anabólicas tienden a disminuir. Estas hormonas transmiten mensajes a todo el organismo con el objetivo de generar nuevas biomoléculas, es decir, se asocian con el crecimiento de diversos tejidos y órganos, incluido el músculo esquelético.

Por tanto, no es de extrañar que esta reducción en la concentración hormonal provoque una atrofia muscular progresiva debido a que no hay suficiente regeneración de tejido muscular. Si a esto se le añade que con la edad tendemos a acumular más masa grasa, tendremos personas con disfuncionalidad física, reducción de movilidad y, por tanto, mayor dependencia y mortalidad.

La suplementación hormonal podría ser una buena forma de frenar en cierta medida este efecto negativo del envejecimiento. Sin embargo, se debe tener cuidado con ella, puesto que tiene efectos adversos peligrosos como, por ejemplo, una mayor prevalencia de eventos cardiovasculares.

Partiendo de este trasfondo, los científicos han dado los primeros pasos para diseñar un método clínico para discernir qué pacientes podrían beneficiarse de esta suplementación y cuáles podrían salir más perjudicados.

Para la doctora Amelia Guadalupe-Grau, profesora en la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF) y miembro del grupo de investigación ImFine, “lo innovador de este modelo es que, a diferencia de lo habitual, no se tiene en cuenta sólo la concentración de las hormonas anabólicas en el organismo, sino que relaciona estas concentraciones con la fuerza muscular que presenta el sujeto. En este estudio, se ha visto que la función muscular puede ayudar a entender mejor la relación entre los niveles de hormonas anabólicas y los eventos de salud, de cara a poder seleccionar de una forma más específica a las personas que potencialmente deberían recibir terapia hormonal, y cuáles por el contrario podrían beneficiarse en mayor medida de un programa de ejercicio físico”.

Las conclusiones señalan que el riesgo de mortalidad y hospitalización se relaciona íntimamente con el equilibrio en el ratio de hormonas/fuerza muscular total. Cuando este ratio se ve desequilibrado, principalmente por una concentración hormonal elevada para valores medios o bajos de fuerza muscular o bien cuando se observan niveles de fuerza por debajo de los niveles hormonales, se incurriría en una situación de desregulación hormonal.

Se cree que parte de esta desregulación puede ser debida a que los receptores de estas hormonas no funcionan correctamente y, por tanto, la atrofia muscular no se produce por falta de hormonas anabólicas, sino porque los órganos diana de estas hormonas no pueden captarlas adecuadamente, luego no llega la señal.

Guadalupe-Grau señala que “cuando se suplementa con hormonas se debe andar con pies de plomo. Es muy importante que la dosis no sea ni muy pequeña ni excesiva. Cuando la dosis es demasiado pequeña, no provoca ningún efecto. Sin embargo, si la dosis excede los valores adecuados, los efectos adversos como los eventos cardiovasculares son mucho más comunes”.

Para acceder al estudio (en inglés), pinche aquí.

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