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Estudio de la Universidad de Stanford (EEUU)
05/06/2018 Medir nuestro nivel de actividad con el de otras personas provoca estrés
Científicos de la Universidad de Stanford han concluido que comparar el ejercicio realizado de forma habitual con el que practican las personas de nuestro entorno tiene consecuencias negativas para la salud. Tendemos a pensar que nuestra actividad es menor aunque sea la misma, lo que conlleva situaciones de estrés crónico y desmotivación.
Esta investigación analizó los datos de mortalidad de 61.000 adultos durante 21 años. Se midió la cantidad de personas que se ejercitaba y, sobre todo, la cantidad de ejercicio que pensaban que hacían en comparación con otros individuos de su edad. Al analizar los factores que podían haber contribuido a la salud de los participantes, los investigadores descubrieron que las personas que pensaban que no estaban haciendo tanto ejercicio como sus compañeros murieron más jóvenes que aquellos que creían que hacían más, incluso cuando la cantidad real de ejercicio era la misma. Los resultados se mantuvieron incluso cuando se consideraron otros factores como el tabaquismo. Con esos datos, el estudio sugirió que, aunque el ejercicio aumenta la esperanza de vida, las percepciones sobre la actividad física que uno realiza también marcan una diferencia. Según la autora, Octavia Zahrt, el riesgo de mortalidad era hasta un 71% mayor para las personas que se perciben menos activas en comparación con los que pensaban que hacían más ejercicio que los demás. La primera razón posible para que las percepciones afecten a la salud es el sentimiento de estrés al pensar que no se es suficientemente activo y que podría convertirse en una patología crónica. Otra causa podría deberse a la motivación. Al pensar que ya se es activo, la imagen de uno mismo como una persona atlética alienta a hacer aún más ejercicio para encajar con esa imagen. Esta idea está respaldada por una investigación de 2015 que demostró lo contrario, si se cree que se está menos en forma que amigos o familiares es probable que esa persona se desaliente y deje por completo el ejercicio un año después. Una tercera explicación sería el efecto nocebo, el contrario al placebo. Si las expectativas son negativas, se reduce el efecto fisiológico de un tratamiento. De esta forma, las personas que no se consideraban tan activas como sus amigos, a pesar de sí serlo, perdieron algunos de los beneficios del ejercicio. Por ejemplo, no se tiende a considerar ejercicio las actividades realizadas en el trabajo. Los limpiadores de hoteles recorren pasillos, empujan carros pesados, cambian sábanas, pero, según un estudio de 2007, no consideraban esto como una actividad física. Alia Crum, también de la Univesidad de Stanford, les dijo a la mitad de los participantes qué tanto de actividad física realizaban y por qué los beneficiaba. Cuatro semanas después ese grupo había bajado de peso y tenía la presión arterial más baja. Por último, los expertos aseguraron que si los objetivos fijados a la hora de hacer deporte son demasiado altos, podrían desalentar también al individuo. Para acceder al estudio (en inglés), pinche aquí. Munideporte.com
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