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Luis Solar Cubillas

23/09/2013

Las decisiones del COI

Las decisiones del COI El siete de septiembre, la candidatura de Madrid para organizar los Juegos Olímpicos sufría su tercer revés consecutivo. Buenos Aires 2013 certificaba la concesión de los Juegos Olímpicos de 2020 a Tokio. Singapur (2005) y Copenhague (2009) encumbraron a Londres y a Río de Janeiro. Todas tienen una decepción común: Madrid.

La candidatura madrileña, que siempre planteó su participación con terminología muy deportiva, ahora se enfrenta a lo que todo competidor tras la derrota: El análisis de los puntos fuertes del ganador y de las propias debilidades.

El juez de la contienda, el Comité Olímpico Internacional ha mandado a los competidores un mensaje que se nos antoja muy claro: Aventuras las justas, o con mayor precisión aún, ninguna. La única candidatura que parecía presentar un nivel cero en el capítulo de aventuras o inseguridades era la de la capital japonesa.

La garantía financiera que parece buscar el COI no se basa en un proyecto de activación económica local, que puede ser ofrecido tanto por una organización olímpica como por el plan Zapatero, sino en depósitos contantes y sonantes de dinero que se puedan ver y tocar. Y esta parece ser la gran ventaja de Tokio sobre Madrid.

Por otra parte, no sabemos si desde la candidatura de Madrid, o desde un entorno no suficientemente controlado, se han producido hechos tan lamentables como publicar, con el nombre y apellidos de los miembros del COI, su intención de voto. Madrid contaría con 50 compromisos de voto en la primera ronda, lo que le otorgaría de forma directa y sin más preámbulos la organización de los Juegos. Claro que entre los votantes habría, qué duda cabe, una traición técnica, es decir, de unos 10. Con 40 votos seguros en el primer escrutinio solo harían falta unos siete u ocho votos de quienes antes habían votado a Estambul. Es imaginable lo que pensaría esa lista de 50 indiscretos, posibles traidores, traicionados a su vez por algún “garganta profunda”: "Se trata del país de Luis Bárcenas, heredero directo de otro Luis, el mítico Candelas". O algo así.

Por otra parte, el COI, cuya vocación universalista le obliga a compatibilizar su propio ideario con culturas tan distantes como las que representan Atlanta, Sidney, Atenas, Pekín, Londres o Río de Janeiro, últimas designaciones olímpicas, tenía dificultades ante las incertidumbres que deja traslucir un país como Turquía.

Los cinco intentos de Estambul por ser sede olímpica se dan de bruces con el ideario del partido en el poder desde 2002, el AKP, que aboga por una separación absoluta de sexos en la vida pública Turca. Las declaraciones de su primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, el 26 de agosto, en las que prometía a la provincia de Rize una piscina olímpica para hombres y otra para mujeres, han tenido una repercusión cuyo eco en el mundo occidental enciende alarmas. Además pone al COI ante uno de sus demonios particulares, la discriminación de sexos, cuya superación ideológica costó medio siglo y un siglo completo la efectiva.

Pero además del mensaje de garantías y seguridad por encima de todo, que de forma muy explícita envió el COI a las ciudades contendientes en la capital argentina, existen cuestiones más sutiles que el propio Comité parece dejar traslucir: La universalización de los Juegos, auténtica base del ideario olímpico coubertiniano parece que se circunscribe a la participación.

Otra cosa bien distinta es la organización, que queda reservada en exclusiva a quien pueda asegurar un presupuesto que cubra la previsión inicial y que además haga frente sin problemas a la desviación presupuestaria, que como en el caso de Londres 2012, puede ser de un 100%, en cifras admitidas por los organizadores o de más de un 200%, según fuentes menos afines.

Esta última cuestión es de una extrema peligrosidad para el actual olimpismo que, de manera más o menos inconsciente, da pasos inequívocos desde un deporte para deportistas a un deporte para espectadores. Cuestión esta que Coubertin sitúa en las antípodas del pensamiento olímpico.

El olimpismo ha alcanzado cotas muy altas en sus 120 años de existencia. En muchos aspectos, su envergadura supera las mejores previsiones de los profetas de la globalización. Pero en otros su crecimiento resulta raquítico y resueltamente asimétrico con respecto a la universalización del hecho deportivo, al que por cierto, ha contribuido con eficacia. Ese raquitismo se pone de manifiesto cuando las necesidades y condiciones de la organización de los Juegos excluyen de tal posibilidad a mucho más de medio mundo.

En 2020, Tokio repetirá organización (1964 y 2020), Atenas también abordó en 2004 sus segundos Juegos (1896 y 2004), posteriormente, en 2012, Londres los organizó por tercera vez (1908,1948 y 2012). Antes también habían hecho doblete Los Ángeles (1932 y 1984) y París 1920 y 1924. En definitiva, estas cinco ciudades han celebrado 11 Juegos Olímpicos, en detrimento de otras seis.

Lo auténticamente preocupante es que a medida que el poderío olímpico, su gigantismo y su nivel de exigencia económica avanzan se contrae el mundo capacitado para hacer frente a sus demandas. La elección de Tokio responde a parámetros perfectos de unas exigencias que en aras del humanismo olímpico se han convertido en inalcanzables para la mayor parte de la humanidad.

Luis Solar, presidente de la Federación de Asociaciones de Gestores del Deporte de España (FAGDE)

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