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Antonio Rivero, doctor en Geografía e Historia y Licenciado en CAFYD
19/12/2023 Años 20: aparece el motociclismo
Los deportes de motor (motociclismo, aeronáutica, automovilismo) tuvieron a partir de los años 20 una gran repercusión entre el público y la prensa deportiva española de la época. Dado que la adquisición de una motocicleta era más apta para las economías, se convirtió en el deporte de motor más asequible para las clases acomodadas.
España, representada por el Real Moto Club Español, fue admitida, durante el Congreso Internacional Motorista de Bruselas de 1921, en la Federación Internacional. Ésta estaba integrada por Francia, Suiza, Inglaterra, EE.UU., Suecia, Dinamarca, Italia y Bélgica. La implantación del motociclismo también revelaba alguno de los problemas de fondo de la organización deportiva del país. La decisión, por ejemplo, de que fuera aceptado el Real Moto Club Español, con sede en Madrid, como representación española en la Federación Internacional fue contestada en Cataluña, donde tanto el Moto Club de Cataluña, como la Peña Rhin rivalizaban en notoriedad y organización con el club madrileño. Finalmente, en 1923, se creó la Federación Española de Motociclismo, siendo elegido presidente el director de la revista Heraldo Deportivo y prohombre del deporte español, Ricardo Ruiz Ferry. La Federación contaba con tres jurisdicciones autónomas. Una con sede en Bilbao que comprendía: Vascongadas, Santander, Asturias y Galicia. Otra en Barcelona y su campo de actuación era: Cataluña, Valencia y Baleares. Por último estaba la sede de Madrid que se ocupaba del resto de España. Como vemos, en 1923, la configuración de los tres polos deportivos del deporte español confirmaba, una vez más, que el desarrollo deportivo se instalaba en los mismos lugares que la modernización social lo hacía en aquellos años, y desde donde (a veces con lentitud, otras con sorprendente celeridad) se irradiaba al resto de la nación. Como ya ocurriera con la constitución de otras instituciones deportivas, los problemas terminaban por solucionarse. Madrid y Barcelona eran, en cualquier caso, los epicentros del motorismo español, las máquinas Norton y Harley-Davison se imponían en las grandes cilindradas; la industria española hizo sus intentos de fabricación propia, especialmente a partir de la segunda mitad de la década de los años veinte, y la industria catalana, fue protagonista. En cuanto a las modalidades de competiciones motoristas que se sucedieron en esos años, se pasó de unas primeras pruebas organizadas en el Retiro madrileño y de las subidas de la Rabbassada o de Montserrat en Barcelona, a las pruebas en los circuitos de Lasarte y Sitges y más tarde, ya en los años treinta, comenzaron las espectaculares pruebas de Dirt-Track. El Dirt-Track era una modalidad de motociclista que se extendió en España durante los años treinta, hasta la Guerra Civil. Fue importada de Gran Bretaña, donde era un deporte profesional. Se disputaba en las pistas y velódromos de los estadios. A estas competiciones asistía numeroso público atraído por su espectacularidad. En estas competiciones, poco a poco, los pilotos barceloneses y madrileños fueron igualando en pericia a los motoristas británicos que venían a los estadios españoles (Metropolitano, etc.) como indiscutibles figuras de este tipo de pruebas de velocidad. La prensa deportiva de los años veinte y treinta presentaba esta modalidad como uno de los espectáculos deportivos de mayor interés para el público. En un próximo artículo nos referiremos al desarrollo del deporte automovilístico. Antonio Rivero, doctor en Geografía e Historia y Licenciado en CAFYD
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