El sentido deportivo de la educación juvenil

Es importante observar hasta qué punto los padres pueden dejarse llevar por la personalidad anónima de los grupos. Es todo un espectáculo comprobar cómo, los sufridos padres que acompañan a sus hijos adolescentes a los colegios o polideportivos municipales se despiertan de verdad cuando cometen una falta contra su hijo o contra alguno de su equipo.

A veces se trata de un espectáculo lamentable porque observamos que los padres no siempre estimulan el juego limpio o la mentalidad de equipo. Es importante observar hasta qué punto puede dejarse llevar por la personalidad anónima de los grupos que les anula la capacidad individual de juicio, llegando a pensar y sentir por ellos.

La importancia del “nosotros” en el equipo de jóvenes se traslada a los padres y corren el peligro de perder la capacidad de juicio. Aparecen sentimientos, emociones y agresiones que no estaban en la propia actividad deportiva y alteran lo que llamamos la dimensión educativa del deporte escolar.

Quien haya tenido la oportunidad de contemplar como curioso observador imparcial las expresiones y el lenguaje de los padres, habrá podido comprobar que el “nosotros juvenil” está siendo alterado y desnaturalizado por el “nosotros adulto”. Es importante señalar que las experiencias del nosotros juvenil y las experiencias del nosotros adulto son dos formas diferentes de entender la solidaridad sin las cuales es imposible organizar la educación juvenil.

Me limitaré a proponer, en este artículo y en posteriores, una serie de claves con las que poder trabajar y analizar estas diferencias, claves con las que guiarse por la vida, para poder discernir entre un estilo de vida que ilusiona o entusiasma y un estilo de vida que deprime y entristece.

En primer lugar, del sentimiento trágico al sentimiento deportivo. Nos sitúa ante las dos grandes tradiciones de educación moral en el siglo XX, la tradición construida  por Don Miguel de Unamuno cuando describe el “sentido trágico de la vida” y “la tradición” de Don José Ortega y Gasset cuando nos sitúa ante el sentimiento deportivo de la vida. Aunque tendríamos que remontarnos a Cervantes y El Quijote, o a Platón, Séneca o Cicerón para poder precisar cada una de estas formas de situarse ante la vida.

Del sentimiento trágico son aquellos que enfocan los problemas desde la singularidad individual y reclaman que cada sujeto se sitúe definitivamente ante la vida y el mundo. El joven acaba siendo un héroe, no por sus hazañas o por sus ideales, sino por su capacidad de introversión melancólica de resistencia, de aguante, de aceptación y sufrimiento.

Por el contrario, orientan en el sentimiento deportivo quienes enseñan a objetivar los problemas, a tener distancia entre los acontecimientos, quienes enseñan a descubrir que la vida no es siempre una tragedia o comedia. El sentido deportivo exige capacidad para discernir entre las propias capacidades y los propios límites, entre lo que depende de uno mismo y lo que depende de los otros, del contexto, del momento o simplemente de las circunstancias.

En nuevos espacios trataremos de: jugar con la vida y mantener la vida en forma, afrontar las cuestiones difíciles, educar no es causar sino incitar, contar con los haberes y las tradiciones, vivir de dentro hacia fuera, ser sujetos de derechos pero agentes de responsabilidades, vocación en la participación social, la invitación a la magnanimidad como virtud vital y cómo actuar cuando no hay alegría.

Juan Ángel Gato, Presidente del Coplef de Madrid