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José María Buceta, psicólogo deportivo (http://chemabuceta.blogspot.com.es/)
28/05/2019 Cumplir trámite o ambicionar título
Mentalmente, la temporada del Barça terminó tras la estrepitosa derrota frente al Liverpool en Champions. La herida fue tan profunda que no se ha podido curar en las semanas siguientes a la debacle. Según parece, la autoconfianza y la autoestima como equipo quedaron muy dañadas, y eso ha dificultado estimular la motivación por desafíos “menores”.
La liga estaba prácticamente decidida y bastaba un mínimo esfuerzo, pero la copa exigía jugar una final frente a un rival que la ambicionaba y tenía el potencial para disputarla. En la tertulia Al Límite de Radio Marca del día de la final, se comentaron unas declaraciones recientes de Piqué sobre lo ocurrido en Liverpool, y Messi, en rueda de prensa del día anterior, pidió disculpas a la afición por no haber cumplido con la expectativa de la Champions. Sin duda, es de esa derrota, que además recordaba el trágico precedente del año anterior en Roma, de lo que más se ha hablado desde que ocurrió, y, seguramente, lo que más ha estado en la cabeza de los protagonistas. Por su trascendencia, parece lógico que así sea durante un tiempo razonable, pero dos días antes de una final lo que reflejaba es que la enorme llaga no había cicatrizado, dificultando que floreciera el suficiente interés por ganar un título, la copa, que había sido habitual en los últimos años. Si les hubiéramos preguntado a todos los jugadores si querían ganar la copa, es evidente que habrían respondido afirmativamente, y sin duda sería una respuesta sincera, pero ¿hasta qué punto? ¿Tanto como para contrarrestar las secuelas anímicas de esa dolorosa derrota en la competición que se consideraba el objetivo principal de la temporada? Nadie puede dudar de la motivación del equipo por ganar la copa, pero ¿era suficiente? ¿Bastaba con las pilas a medio cargar, o era necesario un nuevo sobreesfuerzo para recargar toda la energía? Al contrario, parece que, para el Valencia, el impacto psicológico de haber sido eliminado sin paliativos por el Arsenal en la semifinal de la segunda competición europea ha sido mucho más leve y, así, no ha interferido en la motivación ambiciosa por los objetivos siguientes: lograr el cuarto puesto en la liga y ganar la copa. Por tanto, en la final de la Copa del Rey se enfrentaron dos equipos con estados psicológicos muy diferentes. Uno, muy tocado en su autoconfianza y sin la ambición suficiente, como afrontando un trámite antes de cerrar la temporada y desconectar. Otro, con mucha ambición por ganar y la autoconfianza fuerte tras alcanzar el objetivo del cuarto puesto. En términos generales, el Barcelona es superior al Valencia, pero en sus partidos previos no había habido tanta distancia y, sobre todo, esa diferencia psicológica podía equilibrar la balanza e incluso decantarla, como así sucedió, a favor del equipo que, en teoría, no partía como favorito. Es evidente, que las circunstancias del Barcelona y el Valencia no son las mismas. Para el primero, aun habiendo ganado la liga, quedar eliminado de la Champions, y más de la manera que sucedió, es un enorme fracaso, y ganar la copa, un título que, si bien no menosprecia, considera de carácter menor y en ningún caso compensa la pérdida europea. Para el segundo, la eliminación de la UEFA Europa League se puede asumir con facilidad si se alcanza el objetivo principal de, gracias al cuarto puesto, conseguir plaza en la siguiente Champions. Y ganar la copa, el gran éxito de un equipo que, aun siendo de los mejores, no suele ganar títulos. Por tanto, lo que para el Barcelona es un gran fracaso, para el Valencia es una decepción asumible, y lo que para este es un éxito (cuarto puesto en la liga) para aquel sería otro fracaso monumental. Y ganar la copa, si bien para ambos sería un éxito, lo es mucho más para el Valencia. Tras esta final, el entrenador del Valencia ha calificado la temporada de su equipo con una (¿exagerada?) “matrícula de honor” por quedar eliminado en semifinales de UEFA league, cuarto en liga y campeón de copa. Si el bagaje del Barcelona hubiera sido este, la calificación habría sido de suspenso rotundo, provocando una crisis con consecuencias mayores. Una gran diferencia ¿verdad? Lo expuesto explica, en principio, el estado psicológico en el que ambos equipos han afrontado este partido. Pero, además, hay otro factor. ¿Cómo ha manejado cada equipo ese estado psicológico? Para el Valencia era más fácil, porque tenía objetivos ambiciosos por los que luchar, y además, venía de haber superado momentos difíciles a lo largo de la temporada que seguramente habrán fortalecido su autoconfianza colectiva. Para el Barcelona era más difícil, pero ¿se ha hecho algo para, al menos, aliviar esa situación adversa y afrontar el partido en condiciones más favorables? Está claro que el día anterior a una final no es el momento para que el mejor jugador del equipo pida disculpas a la afición por algo sucedido unas semanas antes, sino de centrarse sólo en ese partido para tener más opciones de ganarlo. No es el momento de mirar atrás y lamentarse o disculparse por lo que no se puede cambiar, sino de intentar sacarse la espina con un nuevo título, aunque se considere de menor importancia. Pero... De nuevo aquí, se echa en falta al psicólogo del deporte que piense en medidas que, aun siendo difícil, puedan ayudar a cambiar el chip mental. Es una de las principales funciones de un psicólogo en el deporte de élite: saber cuándo es el momento de analizar en profundidad y cuando, sin embargo, ese análisis se debe aplazar en beneficio de centrarse en los objetivos inmediatos; saber cómo estimular la motivación y potenciar la autoconfianza cuando se recibe un palo y hay que reaccionar en poco tiempo; saber cómo asesorar a los entrenadores y los jugadores para poder llegar al siguiente desafío en las mejores condiciones psicológicas. Obviamente, lo psicológico no es el único factor que influye en el desarrollo y desenlace de un partido, y por supuesto, habrá otras razones de peso que puedan explicar lo sucedido en esta final de copa, pero es muy posible que la diferencia en el aparente estado mental de ambos equipos haya contribuido significativamente a lo que hemos visto. José María Buceta, psicólogo deportivo (http://chemabuceta.blogspot.com.es/)
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